FELIZ AÑO 2011 - La Visión de Cristo, el Perdón al mundo, es la clave de la Ascensión - Lista Ascensión Nueva Tierra, mensaje 1 de Enero de 2011

 

 

 

 

 

Amados trabajadores de la luz, de la conciencia de Gaia,

 

En este increíble y poderoso 2011 que se nos presenta, donde la energía de la Nueva Tierra es ya una realidad para aquellos que deseen "habitarla" y crear su mundo desde esa energía de la luz, del amor y del poder, os presentamos el tremendo prefacio con el que comienza Un Curso de Milagros.

 

Un Curso de Milagros es un manual de jnana yoga, de liberación de la mente, de liberación del mundo de matrix, de maya. No es un libro para estudiar, ni para leer. Es un manual de trabajo práctico para llevar a la mente al vacío que permite la EXPERIENCIA del Espíritu en uno. Esa experiencia del Espíritu, es sencillamente "otra dimensión", otra realidad,... que crea otro mundo.

 

El trabajo principal de Un Curso de Milagros, las 365 lecciones, una para cada día del año, realizadas de una forma continua y consistente, tienen a medio-largo plazo un efecto demoledor. Se trata de desactivar el plano de la mente del yo (ego), para que la mente pueda convertirse en el poderoso vehículo (canal) del Espíritu que es. Se trata de liberar la mente de la pesada carga del pasado-futuro (tiempo) en cuyo mundo de percepción se encuentra atrapada.

 

No te engañes: el trabajo de Un Curso de Milagros no es un trabajo especulativo. No es filosofía. No es discurso metafísico. Simplemente utiliza las palabras, no para reforzar la mente del yo, sino para llevarte a la experiencia que está más allá de la mente misma.

 

Vivimos normalmente desde la experiencia de lo mental y toda nuestra experiencia del mundo es a través de ese limitado plano. La experiencia y el poder del verdadero Ser, del Espíritu, está siempre más allá de ese plano de lo que conocemos como mental. Es otra dimensión, otro mundo del que los maestros a su paso por la Tierra nos han hablado siempre.

 

Ahora llega el momento de experimentarlo en cada uno. De hacerlo realidad. AHORA es el momento. El tiempo ya se ha cumplido.

 

 

Os dejamos a continuación con el prefacio de Un Curso de Milagros y con la Lección 1, la primera lección del año.

Si te quieres apuntar a recibir diariamente en tu correo la lección del día, puedes hacerlo aquí: lección del día de UCDM, aunque recomendamos realmente que te compres el libro para trabajarlo: información de UCDM.

 

 

Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan Divino sobre la Tierra.

 

 

 

 

Un saludo, en el amor y el servicio.

Ascensión Nueva Tierra
www.ascensionnuevatierra.es

 

 

 

 

 

 


 

 

Un Curso de Milagros - Prefacio

 

 

 

¿Qué postula Un Curso de Milagros?

Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios.

 


   Así comienza Un curso de milagros, el cual establece una clara distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento y la percepción. El conocimiento es la verdad y está regido por una sola ley: la ley del amor o Dios. La verdad es inalterable, eterna e inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible cambiarla. Esto es así con respecto a todo lo que Dios creó, y sólo lo que Él creó es real. La verdad está más allá del aprendizaje porque está más allá del tiempo y de todo proceso. No tiene opuestos, ni principio ni fin. Simplemente es.
  

   El mundo de la percepción por otra parte, es el mundo del tiempo, de los cambios, de los comienzos y de los finales. Se basa en interpretaciones, no en hechos. Es un mundo de nacimientos y muertes, basado en nuestra creencia en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la muerte. Es un mundo que aprendemos, en vez de algo que se nos da; es selectivo en cuanto al énfasis perceptual, inestable en su modo de operar e inexacto en sus interpretaciones.

 

   Del conocimiento y de la percepción surgen dos sistemas de pensamiento distintos que se oponen entre sí en todo. En el ámbito del conocimiento no existe ningún pensamiento aparte de Dios porque Dios y Su creación comparten una sola Voluntad. El mundo de la percepción, por otra parte, se basa en la creencia en opuestos, en voluntades separadas y en el perpetuo conflicto que existe entre ellas, y entre ellas y Dios. Lo que la percepción ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del perceptor. Esto da lugar a un mundo de ilusiones, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real.

   Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la percepción, queda atrapado en un sueño. No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño. Dios nos ha dado la Respuesta, el único Medio de escape, el verdadero Ayudante. La función de Su Voz - Su Espíritu Santo - es mediar entre los dos mundos. El Espíritu Santo puede hacer eso porque, si bien por una parte conoce la verdad, reconoce también nuestras ilusiones, aunque no cree en ellas. El objetivo del Espíritu Santo es ayudarnos a escapar del mundo de los sueños, enseñándonos cómo cambiar nuestra manera de pensar y cómo corregir nuestros errores. El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíritu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera de pensar. El Curso, no obstante, ofrece su propia definición de lo que en realidad es el perdón, así como también de lo que es el mundo.

El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes. "La proyección da lugar a la percepción" (Texto, pág. 497). Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros tal como lo vemos. Hacemos que sea real mediante las interpretaciones que hacemos de lo que estamos viendo. Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores, nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste, veremos un mundo lleno de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación. Tenemos que aprender a perdonar todo esto, no porque al hacerlo seamos "buenos" o "caritativos", sino porque lo que vemos no es real. Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí. A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores de percepción, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a "perdonarlos". Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos, y ver el Ser que Dios creó en nosotros, como nosotros.

El pecado se define como "una falta de amor" (Texto pág. 12). Puesto que lo único que existe es el amor, para el Espíritu Santo el pecado no es otra cosa que un error que necesita corrección, en vez de algo perverso que merece castigo. Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incompletos procede del gran valor que le hemos otorgado al "principio de la escasez" el cual rige al mundo de las ilusiones. Desde este punto de vista, buscamos en otros lo que consideramos que nos falta a nosotros. "Amamos" a otro con el objeto de ver que podemos sacar de él. De hecho, a esto es a lo que en el mundo de los sueños se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor es incapaz de exigir nada.

Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido, ningún hombre lo puede desunir (Texto, pág. 396). No obstante, la verdadera unión, que nunca se perdió, sólo es posible en el nivel de la Mente de Cristo. El "pequeño yo" procura engrandecerse obteniendo del mundo externo aceptación, posesiones y "amor". El Ser que Dios creó no necesita nada. Está eternamente a salvo y es eternamente íntegro, amado y amoroso. Busca compartir en vez de obtener; extender en vez de proyectar. No tiene necesidades de ninguna clase y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes de su propia abundancia.

Las relaciones especiales que se establecen en el mundo son destructivas, egoístas e "infantilmente" egocéntricas. Mas si se le entregan al Espíritu Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la tierra: en los milagros que señalan el camino de retorno al Cielo. El mundo utiliza las relaciones especiales como el último recurso en favor de la exclusión y como una prueba de la realidad de la separación. El Espíritu Santo las transforma en perfectas lecciones de perdón y las utiliza como un medio para despertarnos del sueño. Cada una representa una oportunidad de sanar nuestras percepciones y de corregir nuestros errores. Cada una es una nueva oportunidad de perdonarnos a nosotros mismos, perdonando a otros. Y cada una viene a ser una invitación más del Espíritu Santo al recuerdo de Dios.

La percepción es una función del cuerpo y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene. El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, mas en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez, y la decrepitud. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunicación con otros, invulnerable mientras se le necesite, que luego sencillamente se descarta cuando deja de ser necesario. De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija.

Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de separación y amor en vez de miedo. Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es la comunicación a través de la Voz que habla en favor de Dios, el Espíritu Santo, el cual mora en cada uno de nosotros. Su Voz nos parece distante y difícil de oír porque el ego, que habla en favor del yo falso y separado, parece hablar a voz en grito. Sin embargo, es todo lo contrario. El Espíritu Santo habla con una claridad inequívoca y ejerce una atracción irresistible. Nadie puede ser sordo a Sus mensajes de liberación y esperanza, a no ser que elija identificarse con el cuerpo, ni nadie puede dejar de aceptar jubilosamente la visión de Cristo a cambio de la miserable imagen que tiene de sí mismo.

La visión de Cristo es el don del Espíritu Santo, la alternativa que Dios nos ha dado contra la ilusión de la separación y la creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad y la muerte. Es la única corrección para todos los errores de percepción: la reconciliación de los aparentes opuestos en los que se basa este mundo. Su benévola luz muestra todas las cosas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensamiento que resulta del conocimiento y haciendo que el retorno a Dios no sólo sea posible, sino inevitable. Lo que antes se consideraba una injusticia que alguien cometió contra otro, se convierte ahora en una petición de ayuda y de unión. El pecado, la enfermedad y el ataque se consideran ahora percepciones falsas que claman por el remedio que procede de la ternura y del amor. Las defensas se abandonan porque donde no hay ataque no hay necesidad de ellas. Las necesidades de nuestros hermanos se vuelven las nuestras, porque son nuestros compañeros en la jornada de regreso a Dios. Sin nosotros, ellos perderían el rumbo. Sin ellos, nosotros jamás podríamos encontrar el nuestro.

El perdón es algo desconocido en el Cielo, donde es inconcebible que se pudiese necesitar. En este mundo, no obstante, el perdón es una corrección necesaria para todos los errores que hemos cometido. Perdonar a otros es la única manera en que nosotros mismos podemos ser perdonados, ya que refleja la ley celestial según la cual dar es lo mismo que recibir. El Cielo es el estado natural de todos los Hijos de Dios tal como Él los creó. Ésa es su realidad eternamente, la cual no ha cambiado porque nos hayamos olvidado de ella.

El perdón es el medio que nos permitirá recordar. Mediante el perdón cambiamos la manera de pensar del mundo. El mundo perdonado se convierte en el umbral del Cielo, porque mediante su misericordia podemos finalmente perdonarnos a nosotros mismos. Al no mantener a nadie prisionero de la culpabilidad nos liberamos. Al reconocer a Cristo en todos nuestros hermanos, reconocemos Su Presencia en nosotros mismos. Al olvidar todas nuestras percepciones erróneas, y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos recordar a Dios. El aprendizaje no nos puede llevar más allá. Cuando estemos listos, Dios Mismo dará el último paso que nos conducirá de regreso a Él.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

LECCIÓN 1

Nada de lo que veo en esta habitación [en esta calle, desde esta ventana,

en este lugar] significa nada.

 

 

 Mira ahora lentamente a tu alrededor, y aplica esta idea de manera muy concreta a todo lo que veas:

Esa mesa no significa nada.

Esa silla no significa nada.

Esta mano no significa nada.

Este pie no significa nada.

Esta pluma no significa nada.

 Luego mira más allá de lo que se encuentra inmediatamente alrededor tuyo, y aplica la idea dentro de un campo más amplio:

Esa puerta no significa nada.

Ese cuerpo no significa nada.

Esa lámpara no significa nada.

Ese letrero no significa nada.

Esa sombra no significa nada.

Observa que estas expresiones no siguen ningún orden determinado, ni hacen distinción entre la clase de cosas a las que se aplican. Ése es el propósito del ejercicio. La afirmación debe aplicarse sencillamente a cualquier cosa que veas. Al practicar con la idea del día, hazlo con total imparcialidad. No trates de aplicarla a todo lo que se encuentre dentro de tu campo visual, pues estos ejercicios no deben convertirse en un ritual. Asegúrate solamente de no excluir nada en particular. Desde el punto de vista de la aplicación de la idea, una cosa es igual que cualquier otra.

Las tres primeras lecciones no deben hacerse más de dos veces al día, preferiblemente una vez por la mañana y otra por la noche. No deben pasar de un minuto más o menos, a no ser que eso cause una sensación de premura. Una cómoda sensación de reposo es esencial.

 

 

 

 

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La Gran Invocación fue trasmitida al mundo en 1945

por el bienamado Maitreya como un mantra para esta era.

 

 

 

 

 

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