El Tantra comprendió muy bien el carácter sagrado de la energía sexual. Según el Tantra, la sexualidad en este universo es la energía de unión de lo femenino y lo masculino, yin y yang. Dios, el Todo, se divide a Sí Mismo en un momento dado en dos polaridades, yin/yang, femenino, masculino, y es así como se crea el mundo. El universo es una danza entre esas dos polaridades y la energía sexual es el "pegamento", el "imán" entre ellas. Esta danza cósmica se encuentra reflejada en todo el universo y aquí, en la materia, dicha energía sería el pegamento, el imán, para "unir en la tierra lo que ya está unido en el cielo". Encarnamos en la materia, en el mundo de la dualidad, en cuerpos aparentemente separados, hombre, mujer, masculino, femenino, pero sin embargo, existe esa tremenda fuerza, ese imán que nos lleva a unirnos. Ese imán que está presente en todas las cosas, en la danza del Sol y la Tierra, en la fuerza del electromagnetismo que nuestra ciencia ha estudiado tan bien. Según el Tantra, la energía sexual sería una jugada maestra del universo, un regalo del universo, para unificar los opuestos en la materia, para completar la conciencia de Dios, para unir aquí en la Tierra lo que ya está unido en el Cielo.

De esta forma la energía sexual, lejos de ser algo de lo que hay que huir, algo que hay que apartar para llegar al Espíritu, se convierte en una vía directa para salir de la prisión del ego (Matrix) y llegar a la conciencia del Espíritu en nosotros.

 

 


 

 

 

 

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