Escuchar en voz Lección 104
La idea de hoy
continúa con el tema de que la dicha y la paz no son sueños vanos.
Tienes derecho a ellos por razón de lo que eres. Te llegan procedentes
de Dios, Quien no puede dejar de darte lo que Él dispone. Pero primero
tiene que haberse preparado un lugar donde recibir Sus dones. Pues éstos
no son bien acogidos por la mente que ha aceptado los regalos que ella
misma fabricó allí donde sólo a los de Dios les corresponde estar.
Hoy queremos
deshacernos de cuanto regalo inútil nosotros mismos hayamos fabricado y
depositado ante el santo altar donde sólo a los dones de Dios les
corresponde estar. Sus dones son los que en verdad son nuestros. Sus
dones son los que heredamos desde antes de que el tiempo comenzara, y
los que seguirán siendo nuestros después de que el tiempo haya pasado a
ser eternidad. Sus dones son los que se encuentran en nosotros ahora,
pues son intemporales. Y no tenemos que esperar a que sean nuestros. Son
nuestros hoy.
Elegimos, por lo
tanto, tenerlos ahora, sabiendo que al elegirlos en lugar de lo que
nosotros mismos hemos fabricado, no estamos sino uniendo nuestra
voluntad a la de Dios y reconociendo que ambas disponen lo mismo.
Nuestros periodos de práctica más prolongados de hoy, los cinco minutos
que cada hora le dedicamos a la verdad para tu salvación, deben comenzar
con lo siguiente:
Busco únicamente
lo que en verdad me pertenece, y la dicha y la paz son mi herencia.
Deja a un lado
entonces los conflictos mundanos que ofrecen otros regalos y otros
objetivos que sólo pueden perseguirse en un mundo de sueños y que se
componen de ilusiones, de las cuales dan testimonio.
Dejamos todo esto
a un lado y, en su lugar, buscamos aquello que verdaderamente es nuestro
cuando pedimos poder reconocer lo que Dios nos ha dado. Despejamos en
nuestras mentes un santo lugar ante Su Altar, en el que Sus dones de paz
y felicidad son bien recibidos y al que venimos a encontrar lo que Él
nos ha dado. Venimos llenos de confianza hoy, conscientes de que lo que
Él da es lo que en verdad nos pertenece. y ya no deseamos nada más, pues
no hay nada más que en verdad nos pertenezca.
De esta manera,
despejamos hoy el camino para Él, al reconocer simplemente que Su
Voluntad ya se ha cumplido y que la dicha y la paz nos pertenecen por
ser Sus eternos dones. No nos permitiremos perderlos de vista entre cada
uno de los periodos en que venimos a buscarlos allí donde Él los
depositó. Traeremos a la memoria el siguiente recordatorio tan a menudo
como podamos: Busco únicamente
lo que en verdad me pertenece.
Lo único que quiero son los dones de dicha y paz de Dios.
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