Escuchar en voz Lección 134 Repasemos hoy lo que significa "perdonar", pues es
algo que puede tergiversarse muy fácilmente y percibirse como que
entraña un sacrificio injusto de la justa indignación, como una dádiva
injustificada e inmerecida y como una total negación de la verdad. Desde
esta perspectiva, perdonar no puede sino verse como una extravagancia, y
este curso aparenta basar la salvación sobre un capricho. Esta perspectiva distorsionada de lo que significa
perdonar puede corregirse fácilmente, si puedes aceptar el hecho de que
no se te está pidiendo que perdones lo que es verdad. El perdón se
limita únicamente a lo que es falso. Es irrelevante con respecto a todo,
excepto con respecto a las ilusiones. La verdad es la creación de Dios,
y perdonar eso no tiene sentido. Todo lo que es verdad le pertenece a
Él, refleja Sus leyes e irradia Su Amor. ¿Puede esto acaso requerir
perdón? ¿Cómo vas a poder perdonar lo que es incapaz de pecar y es
eternamente bondadoso? La mayor dificultad a la que te enfrentas para poder
perdonar realmente, es que todavía crees que tienes que perdonar lo que
es verdad, no lo que es ilusorio. Consideras que el perdón es un vano
intento de ignorar lo que se encuentra ahí y de pasar por alto lo que es
verdad, lo cual es parte de un esfuerzo inútil por engañarle a ti mismo
al querer hacer que una ilusión sea verdad. Este punto de vista
tergiversado no hace sino reflejar el dominio que la idea del pecado
todavía ejerce sobre tu mente tal como tú te consideras a ti mismo. Puesto que crees que tus pecados son reales,
consideras que el perdón es un engaño. Pues es imposible pensar que el
pecado es verdad sin creer que el perdón es una mentira. Así pues, el
perdón en realidad no es más que otro pecado, al igual que todos los
demás. Afirma que la verdad es falsa, y le sonríe al corrupto como si
fuera tan irreprochable como la hierba; tan inmaculado como la nieve. El
perdón se engaña con respecto a lo que cree que puede lograr. Considera
correcto lo que es claramente erróneo, y ve lo aborrecible como algo
bueno. Desde esta perspectiva, el perdón no es un escape. Es
simplemente una señal más de que el pecado es imperdonable, algo que en
el mejor de los casos se debe ocultar, negar o llamar por otro nombre,
ya que es una traición a la verdad. La culpabilidad no se puede
perdonar. Si pecas, tú culpabilidad es eterna. Aquellos que son
perdonados desde la perspectiva de que sus pecados son reales son
víctimas de la burla y de una doble condena en primer lugar, la suya
propia por lo que creen haber hecho, y en segundo lugar, la de los que
los perdonan. La irrealidad del pecado es lo que hace que el perdón
sea algo completamente natural y sano; un profundo consuelo para todos
aquellos que lo conceden y una silenciosa bendición allí donde se
recibe. El perdón no apoya las ilusiones, sino que, riendo dulcemente,
las congrega a todas sin muchos aspavientos y las deposita tiernamente
ante los pies de la verdad. Y ahí desaparecen por completo. El perdón es lo único que representa a la verdad en
medio de las ilusiones del mundo. El perdón ve su insubstancialidad, y
mira más allá de las miles de formas en que pueden presentarse. Ve las
mentiras, pero no se deja engañar por ellas. No hace caso de los
alaridos auto-acusadores de los pecadores enloquecidos por la
culpabilidad. Los mira con ojos serenos, y simplemente les dice:
"Hermano mío, lo que crees no es verdad" La fuerza del perdón estriba en su honestidad, la cual
es tan incorruptible que ve las ilusiones como ilusiones y no como la
verdad. Por eso, en presencia de las mentiras, el perdón se convierte en
aquello que desengaña; en el gran restaurador de la simple verdad.
Mediante su capacidad de pasar por alto lo que no existe, le allana el
camino a la verdad, la cual había estado bloqueada por sueños de
culpabilidad. Ahora eres libre para recorrer el camino que al perdonar
de verdad se despliega ante ti. pues si un hermano ha recibido este
regalo de tu parte, la puerta queda abierta para ti. Hay una manera muy sencilla de encontrar la puerta que
conduce al verdadero perdón y de percibir que está abierta de par en par
en señal de bienvenida. Cuando te sientas tentado de acusar a alguien de
algún pecado, no permitas que tu mente se detenga a pensar en lo que esa
persona hizo, pues eso es engañarse uno a sí mismo. Pregúntate, en
cambio: "¿Me acusaría a mi mismo de eso?" De esta manera podrás ver las alternativas entre las
que puedes elegir desde una perspectiva que hace que el acto de elegir
tenga significado y que mantiene a tu mente tan libre de culpa y de
dolor como Dios Mismo dispuso que estuviese, y como en verdad está. Son
únicamente las mentiras las que condenan. En realidad lo único que
existe es la inocencia. El perdón se alza entre las ilusiones y la
verdad; entre el mundo que ves y lo que se encuentra más allá; entre el
infierno de la culpabilidad y las puertas del Cielo. A través de este puente, que es tan poderoso como el
Amor que derramó su bendición sobre él, todos los sueños de maldad, de
odio y de ataque se llevan silenciosamente ante la verdad. No se
conservan para que se inflen, exploten y aterren al cándido soñador que
cree en ellos. A éste ya se le ha despertado dulcemente de su sueño al
entender que lo que creía ver jamás existió. Y ahora ya no puede pensar
que se le ha negado toda escapatoria. No tiene que luchar para salvarse. No tiene que matar
a los dragones que pensaba le perseguían. Tampoco tiene que erigir las
sólidas murallas de piedra ni las puertas de hierro que pensó que lo
mantendrían a salvo. Ahora puede deshacerse de la pesada e inútil
armadura que construyó a fin de encadenar su mente a la miseria y al
temor. Su paso es ligero, y cada vez que alza el pie para dar otro paso
hacia adelante, deja tras de si una estrella para señalarles el camino a
aquellos que le siguen. El perdón tiene que practicarse, pues el mundo no
puede percibir su significado ni proveer un guía que muestre su
beneficencia. No hay un solo pensamiento en todo el mundo que conduzca a
un entendimiento de las leyes que rigen el perdón o del Pensamiento que
refleja. El perdón es algo tan ajeno al mundo como lo es tu propia
realidad. Sin embargo, es lo que une a tu mente con la realidad que mora
en ti. Hoy vamos a practicar el verdadero perdón, para que el
momento de la unión no se demore más. Pues deseamos encontrarnos con
nuestra realidad en libertad y en paz. Nuestras prácticas se convierten
en las pisadas que alumbran el camino a todos nuestros hermanos, quienes
nos seguirán a la realidad que compartimos con ellos. A tal efecto,
dediquemos hoy un cuarto de hora en dos ocasiones a pasarlo con el Guía
que entiende el significado del perdón y que nos fue enviado para
enseñárnoslo. Pidámosle: Permítaseme poder percibir el perdón tal como es. Escoge entonces un hermano tal como Él te indique, y
cataloga sus "pecados" uno por uno a medida que crucen tu mente.
Asegúrate de no concentrarte en ninguno de ellos en particular, antes
bien, date cuenta de que te estás valiendo de sus "ofensas" para salvar
al mundo de toda idea de pecado. Examina brevemente todas las cosas
negativas que hayas pensado acerca de él y pregúntate en cada caso: "¿Me
condenaría a mi mismo por haber hecho eso?" Libéralo de todos los pensamientos de pecado que hayas
tenido en relación con él. y entonces tú mismo estarás listo para la
libertad. Si has estado practicando hasta ahora de buen grado y con
honestidad, empezarás a notar una sensación de ser elevado; un gran
alivio en tu pecho y un sentimiento profundo e inequívoco de desahogo.
Debes dedicar el resto del tiempo a experimentar que te escapas de todas
las pesadas cadenas con las que quisiste encadenar a tu hermano, pero
con las que en realidad te encadenabas a ti mismo. Debes practicar el perdón a lo largo del día, pues
todavía habrá muchas ocasiones en las que te olvidarás de su significado
y te atacarás a ti mismo. Cuando esto ocurra, permite que tu mente vea
más allá de esa ilusión según repites para tus adentros: Permítaseme poder percibir el perdón tal como es. ¿Me acusaría a mi mismo de eso? No me voy a encadenar a mi mismo de esta manera. Antes de hacer cualquier cosa, recuerda lo siguiente: Nadie es crucificado solo, más, por otra parte, nadie puede entrar en
el Cielo solo.
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