Escuchar en voz Lección 160 El miedo es un extraño en los caminos del amor.
Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios
ojos. Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. Lo que tu Ser es sigue
siendo algo ajeno para la parte de ti que cree que es real, aunque
diferente de ti. ¿Quién podría estar en su sano juicio en tales
circunstancias? ¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es,
y juzgar en contra de sí mismo? Hay un extraño entre nosotros que procede de una idea
tan ajena a la verdad, que habla un idioma distinto, percibe un al mundo
que la verdad desconoce y entiende aquello que la verdad juzga como
carente de sentido. Pero aún más extraño es el hecho de que no reconoce
a aquel a quien visita, y sin embargo, sostiene que el hogar de éste es
suyo, mientras que el que está en tu hogar es el que es el extraño. No
obstante, qué fácil sería decir: "Este es mi hogar. Aquí es donde me
corresponde estar y no me iré porque un loco me diga que tengo que
hacerlo". ¿Qué razón hay para no decir esto? ¿Cuál podría ser la
razón sino que has invitado a ese extraño a ocupar tu lugar, y has
permitido convertirte en un extraño ante tus propios ojos? Nadie se
dejaría desahuciar tan innecesariamente a no ser que pensase que hay
otro hogar que está más de acuerdo con sus gustos. ¿Quién es el extraño? ¿A quién no le corresponde estar
en el hogar que Dios proveyó para Su Hijo, a ti o al miedo? ¿Es acaso el
miedo obra Suya, creado a Su semejanza? ¿Es acaso el miedo lo que el
amor completa y mediante lo cual se completa a sí mismo? No hay hogar
que pueda darle cobijo al amor y al miedo pues no pueden coexistir. Si
tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. mas si el miedo es
real, entonces eres tú el que no existe. ¡Qué fácilmente se puede resolver este dilema! Todo
aquel que teme no ha hecho sino negar su verdadera identidad y decir:
"Yo soy el extraño aquí. De modo que le cedo mi lugar a uno que es más
como yo que yo mismo, y le doy todo cuanto pensé que era mío" Ahora se
ha exilado por fuerza, sin saber quién es, inseguro de todo menos de
esto: que él no es él mismo, y que se le ha negado su hogar. ¿En pos de qué va a ir ahora? ¿Qué podría encontrar?
Alguien que se ha convertido en un extraño ante sus propios ojos no
puede encontrar un hogar no importa dónde lo busque, pues él mismo ha
imposibilitado su regreso. Está perdido a menos que un milagro venga y
le muestre que ya no es un extraño. El milagro vendrá. Pues su Ser sigue
morando en su hogar. Y su Ser no ha invitado a ningún extraño ni se ha
confundido a Si Mismo con ningún pensamiento ajeno a Él. E invocará a lo
que es Suyo a sí mismo en reconocimiento de lo que es Suyo. ¿Quién es el extraño? ¿No es acaso aquel a quien tu
Ser no invoca? Ahora eres incapaz de reconocer a ese extraño que merodea
entre vosotros, pues le has cedido tu legitimo lugar. No obstante, tu
Ser está tan seguro de lo que es Suyo como Dios lo está de Su Hijo. Dios
no está confundido con respecto a la creación. Está seguro de lo que es
Suyo. Ningún extraño se puede interponer entre Su conocimiento y la
realidad de Su Hijo. El no sabe de extraños. Él está seguro de Su Hijo. La certeza de Dios es suficiente. A aquel a quien Él
reconoce como Su Hijo le corresponde estar allí donde Él estableció a Su
Hijo para siempre. Él ha contestado tu pregunta: "¿Quién es el extraño?"
Oye Su Voz asegurarte, con serenidad y certeza, que tú no eres un
extraño para tu Padre ni tu Creador se ha vuelto un extraño para ti.
Aquel a quien Dios se ha unido es eternamente uno, pues está en su hogar
en Él, y no es un extraño para Si Mismo. Hoy damos gracias de que Cristo haya venido a buscar
en el mundo lo que es Suyo. Su visión no ve extraños, sino que contempla
a los Suyos y se une a ellos jubilosamente. Ellos lo ven como un
extraño, pues no se reconocen a sí mismos. No obstante, a medida que le
den la bienvenida, lo recordarán. Y Él los conducirá dulcemente de
regreso a su hogar, donde les corresponde estar. Cristo no se olvida de nadie. No deja de darte ni uno solo de tus
hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda
ser pleno y perfecto, tal como fue instituido. El no se ha olvidado de
ti. Mas tú no lo podrás recordar a Él hasta que contemples todo tal como
Él lo hace. Él que niega a su hermano lo está negando a Él, y, por lo
tanto, se está negando a aceptar el don de la visión mediante el cual
puede reconocer a su Ser claramente, recordar su hogar y alcanzar la
salvación.
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