Escuchar en voz Lección 168 Dios nos habla. ¿No deberíamos nosotros acaso hablarle
a Él? Dios no es algo distante. No trata de ocultarse de nosotros. Somos
nosotros los que tratamos de ocultarnos de Él, y somos víctimas del
engaño. El siempre está enteramente accesible. Él ama a su Hijo. De
nada, excepto de esto se puede estar seguro, pero con eso basta. Él
amará a su Hijo eternamente. Aun cuando su mente duerme, Él lo ama. Y
cuando su mente despierte, Él lo seguirá amando con un Amor que jamás ha
de cambiar. Si supieras el significado de Su Amor, tanto la
esperanza como la desesperación serian imposibles. Pues toda esperanza
quedaría colmada para siempre y cualquier clase de desesperación sería
inconcebible. Su gracia es Su respuesta para toda desesperación, pues en
ella radica el recuerdo de Su Amor. ¿Cómo no iba Él a proporcionar
gustosamente los medios a través de los cuales puede reconocerse Su
Voluntad? Su gracia es tuya sólo con que la reconozcas. Y Su memoria
despertará en la mente que le pida los medios a través de los cuales su
sueño termina. Hoy le pedimos a Dios el regalo que con más celo ha
conservado dentro de nuestros corazones, en espera de que se le
reconozca. Se trata del regalo mediante el cual Dios se inclina hasta
nosotros y nos eleva, dando así Él Mismo el último paso de la salvación.
Todos los pasos, excepto éste, los aprendemos siguiendo las
instrucciones de Su Voz. Pero al final es Él Mismo Quien viene, y
tomándonos en Sus Brazos hace que todas las telarañas de nuestro sueño
desaparezcan. Su regalo de gracia es algo más que una simple respuestas
pues restaura todas las memorias que la mente que duerme había olvidado
y toda la certeza acerca del significado del Amor. Dios ama a Su Hijo. Pídele ahora que te proporcione
los medios a través de los cuales este mundo desaparece, y primero
vendrá la visión, y un instante más tarde, el conocimiento. Pues en la
gracia ves una luz envolver al mundo con amor, y al miedo borrarse de
todos los semblantes conforme los corazones se alzan y reclaman la luz
como suya. ¿Qué queda ahora que pueda demorar al Cielo un sólo instante
más? ¿Qué queda aún por hacer cuando tu perdón descansa sobre todas las
cosas? Hoy es un día nuevo y santo, pues recibimos lo que se
nos ha dado. Nuestra fe radica en el Dador, no en nuestra aceptación.
Reconocemos nuestros errores, pero Aquel que no sabe de errores es Quien
ha de responder a ellos, proporcionándonos los medios con los que
podemos dejarlos atrás y elevarnos hasta Él con gratitud y amor. Y Él desciende para recibirnos, según nosotros nos
acercamos a Él. pues lo que Él nos ha preparado, Él lo da y nosotros lo
recibimos. Tal es Su Voluntad, pues Él ama a Su Hijo. A Él elevamos
nuestras oraciones hoy, devolviéndole tan sólo la palabra que Él nos dio
a través de Su Propia Voz, Su Palabra, Su Amor: Tu gracia me es dada. La reclamo ahora. Padre, vengo a
Ti. Y Tú vendrás a mi que te lo pido, pues soy el Hijo que Tú amas.
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