Escuchar en voz Lección 189 Hay una luz en ti que el mundo no puede percibir. Y
con sus ojos no la podrás ver, pues estás cegado por él. No obstante,
tienes ojos con los que poder verla. Está ahí para que la contemples. No
se puso en ti para que se mantuviese oculta de tu vista. Esta luz es un
reflejo del pensamiento con el que practicamos ahora. Sentir el Amor de
Dios dentro de ti es ver el mundo renovado, radiante de inocencia, lleno
de esperanza y bendecido con perfecta caridad y amor. ¿Quién podría sentir temor en un mundo así? Dicho
mundo te da la bienvenida, se regocija de que hayas venido y te canta
alabanzas mientras te mantiene a salvo de cualquier peligro o dolor. Te
ofrece un hogar cálido y tranquilo en el que permanecer por un tiempo.
Te bendice a lo largo del día, y te cuida durante la noche, cual
silencioso guardián de tu sueño santo. Ve en ti la salvación, y protege
la luz que mora en ti, en la que ve la suya propia. Te ofrece sus flores
y su nieve como muestra de agradecimiento por tu benevolencia. Este es el mundo que el Amor de Dios revela. Es tan
diferente del mundo que ves a través de los enturbiados ojos de la
malicia y del miedo, que uno desmiente al otro. Sólo uno de ellos puede
percibirse en absoluto. El otro no tiene ningún significado. A aquellos
que ven surgir del ataque un mundo de odio listo para vengarse, asesinar
y destruir, les resulta inconcebible la idea de un mundo en el que el
perdón resplandece sobre todas las cosas y la paz ofrece su dulce luz a
todo el mundo. Sin embargo, el mundo del odio es igualmente invisible
e inconcebible para aquellos que sienten dentro de si el Amor de Dios.
Su mundo refleja la quietud y la paz que refulge en ellos; la
tranquilidad y la inocencia que ven a su alrededor; la dicha con la que
miran hacia afuera desde los inagotables manantiales de dicha en su
interior. Contemplan lo que han sentido dentro de si, y ven su
inequívoco reflejo por todas partes. ¿Cuál de ellos quieres ver? Eres libre de elegir. Mas
debes conocer la ley que rige toda visión y no dejar que tu mente se
olvide de ella: contemplarás aquello que sientas en tu interior. Si el
odio encuentra acogida en tu corazón, percibirás un mundo temible,
atenazado cruelmente por las huesudas y afiladas garras de la muerte.
Mas si sientes el Amor de Dios dentro de ti, contemplarás un mundo de
misericordia y de amor. Hoy pasamos de largo las ilusiones, según intentamos
llegar hasta lo que es verdad en nosotros y sentir su infinita ternura,
su Amor que sabe que somos tan perfectos como él mismo, y su visión, el
don que su Amor nos ofrece. Hoy aprenderemos el camino, el cual es tan
seguro como el Amor mismo, al que nos conduce. Pues su sencillez nos
protege de las trampas que las descabelladas complicaciones del aparente
razonar del mundo tienen como propósito ocultar. Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un
lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios
es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las
imágenes que tienes acerca de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que
ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento
que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente
avergonzada. No conserves nada. No traigas contigo ni un solo
pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea
cual sea su procedencia, hayas aprendido con anterioridad. Olvídate de
este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente
vacías, ve a tu Dios. ¿No es acaso Él Quien sabe como llegar a ti? Tú no
necesitas saber cómo llegar a Él. Tu papel consiste simplemente en
permitir que todos los obstáculos que has interpuesto entre el Hijo y
Dios el Padre sean eliminados silenciosamente para siempre. Dios hará lo
que le corresponde hacer en gozosa e inmediata respuesta. Pide y
recibirás. Mas no vengas con exigencias, ni le señales el camino por
donde Él debe aparecer ante ti. La manera de llegar a Él es simplemente
dejando que Él sea lo que es. pues de esa forma se proclama también tu
realidad. Así pues, hoy no elegiremos el camino por el que vamos
a Él. Pero si elegimos dejar que Él venga a nosotros. Y con esta
decisión descansamos. Su Amor se abrirá paso por su cuenta en nuestros
corazones serenos y en nuestras mentes abiertas. Es indudable que lo que
no ha sido negado se encuentra ahí, si es que es verdad y puede
alcanzarse. Dios conoce a Su Hijo y sabe cómo llegar a él. No necesita
que Su Hijo le muestre el camino. A través de cada puerta abierta Su
Amor refulge hacia afuera desde su hogar interno e ilumina al mundo con
inocencia. Padre, no sabemos cómo llegar a Ti. Pero te hemos llamado y Tú nos
has contestado. No interferiremos. Los caminos de la salvación no son
nuestros, pues te pertenecen a Ti. Y es a Ti a donde vamos para
encontrarlos. Nuestras manos están abiertas para recibir Tus dones. No
tenemos ningún pensamiento que no pensemos contigo, ni abrigamos
creencia alguna con respecto a lo que somos o a Quién nos creó. Tuyo es
el camino que queremos hallar y seguir. Y sólo pedimos que Tu Voluntad,
que también es la nuestra, se haga en nosotros y en el mundo, para que
éste pase a formar parte del Cielo. Amen.
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