Escuchar en voz Lección 195 Para aquellos que contemplan el mundo desde una
perspectiva errónea, la gratitud es una lección muy difícil de aprender.
Lo más que pueden hacer es considerar que su situación es mejor que la
de los demás. y tratan de contentarse porque hay otros que aparentemente
sufren más que ellos. ¡Cuán tristes y lamentables son semejantes
pensamientos! pues, ¿quién puede tener motivos para sentirse agradecido
si otros no los tienen? ¿Y quién iba a sufrir menos porque ve que otro
sufre más? Debes estarle agradecido únicamente a Aquel que hizo
desaparecer todo motivo de sufrimiento del mundo. Es absurdo dar gracias por el sufrimiento. Mas es
igualmente absurdo no estarle agradecido a Uno que te ofrece los medios
por los cuales todo dolor se cura y todo sufrimiento queda reemplazado
por la risa y la felicidad. Ni siquiera los que están parcialmente
cuerdos podrían negarse a dar los pasos que Él indica, ni dejar de
seguir el camino que Él les señala a fin de escapar de una prisión que
creían que no tenía salida a la libertad que ahora perciben. Tu hermano es tu "enemigo" porque lo ves como el rival
de tu paz: el saqueador que te roba tu dicha y no te deja nada salvo una
negra desesperación, tan amarga e implacable que acaba con toda
esperanza. Lo único que puedes desear ahora es la venganza. Lo que
puedes hacer ahora es tratar de arrastrarlo a la muerte q junto contigo,
para que sea tan impotente como tú, y para que en sus ambiciosas manos
quede tan poco como en las tuyas. No le das gracias a Dios porque tu hermano esté más
esclavizado que tú, ni tampoco podrías, en tu sano juicio, enfadarte si
él parece ser más libre. El amor no hace comparaciones. y la gratitud
sólo puede ser sincera si va acompañada de amor. Le damos gracias a Dios
nuestro Padre porque todas las cosas encontrarán su libertad en
nosotros. Es imposible que algunas puedan liberarse mientras otras
permanecen cautivas. Pues, ¿quién puede regatear en nombre del amor? Da gracias, por lo tanto, pero con sinceridad. Y deja
que en tu gratitud haya cabida para todos los que se han de escapar
contigo: los enfermos, los débiles, los necesitados y los temerosos, así
como los que se lamentan de lo que parece ser una pérdida, los que
sienten un aparente dolor y los que pasan frío o hambre y caminan por el
camino del odio y la senda de la muerte. Todos ellos te acompañan. No
nos comparemos con ellos, pues al hacer eso los separamos en nuestra
conciencia de la unidad que compartimos con ellos y que ellos no pueden
sino compartir con nosotros también. Le damos las gracias a nuestro Padre sólo por una
cosa: que no estamos separados de ninguna cosa viviente, y, por lo
tanto, somos uno con Él. Y nos regocijamos de que jamás puedan hacerse
excepciones que menoscaben nuestra plenitud o inhiban o alteren en modo
alguno nuestra función de completar a Aquel que es en sí Mismo la
compleción. Damos gracias por toda cosa viviente, pues, de otra manera,
no estaríamos dando gracias por nada, y estaríamos dejando de reconocer
los dones que Dios nos ha dado. Permitamos, entonces, que nuestros hermanos reclinen
su fatigada cabeza sobre nuestros hombros y que descansen por un rato.
Damos gracias por ellos. Pues si podemos dirigirlos a la paz que
nosotros mismos queremos encontrar, el camino quedará por fin libre y
franco para nosotros. Una puerta ancestral vuelve a girar libremente;
una Palabra - hace tiempo olvidada - resuena de nuevo en nuestra memoria
y cobra mayor claridad al estar nosotros dispuestos a escuchar una vez
más. Recorre, pues, con gratitud el camino del amor. Pues
olvidamos el odio cuando dejamos a un lado las comparaciones. ¿Qué
podría ser entonces un obstáculo para la paz? El temor a Dios por fin es
obliterado, y perdonamos sin hacer comparaciones. y así, no podemos
elegir pasar por alto sólo ciertas cosas, mientras retenemos bajo llave
otras que consideramos "pecados". Cuando tu perdón sea total tu gratitud
lo será también, pues te darás cuenta de que todas las cosas son
acreedoras al derecho a ser amadas por ser amorosas, incluyendo tu
propio ser. Hoy aprendemos a pensar en la gratitud en vez de en la
ira, la malicia y la venganza. Se nos ha dado todo. Si nos negamos a
reconocer esto, ello no nos da derecho a sentirnos amargados o a
percibimos como que estamos en un lugar donde se nos persigue
despiadadamente y se nos hostiga sin cesar, o donde se nos atropella sin
la menor consideración por nosotros o por nuestro futuro. La gratitud se
convierte en el único pensamiento con que substituimos estas
percepciones descabelladas. Dios ha cuidado de nosotros y nos llama Su
Hijo. ¿Puede haber algo más grande que eso? Nuestra gratitud allanará el camino que nos conduce a Él y acortará
la duración de nuestro aprendizaje mucho más de lo que jamás podrías
haber soñado. La gratitud y el amor van de la mano, y allí donde uno de
ellos se encuentra, el otro no puede sino estar. Pues la gratitud no es
sino un aspecto del Amor, que es la Fuente de toda la creación. Dios te
da las gracias a ti, Su Hijo, por ser lo que eres: Su Propia compleción
y la Fuente del amor junto con Él. Tu gratitud hacia Él es la misma que
la Suya hacia ti. Pues el amor no puede recorrer ningún camino que no
sea el de la gratitud, y ése es el camino que recorremos los que nos
encaminamos hacia Dios.
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