Escuchar en voz Lección 198 El daño
es imposible. y sin embargo, las ilusiones forjan más ilusiones. Si
puedes condenar, se te puede hacer daño. Pues habrás creído que puedes
hacer daño, y el derecho que te prescribes puede ahora usarse contra ti,
hasta que renuncies a él por ser algo sin valor, indeseable e irreal. La
ilusión dejará entonces de tener efectos, y aquellos que parecía tener
quedarán anulados. Entonces serás libre, pues la libertad es tu regalo,
y ahora puedes recibir el regalo que has dado. Condena y
te vuelves un prisionero. Perdona y te liberas. Ésta es la ley que rige
a la percepción. No es una ley que el conocimiento entienda, pues la
libertad es parte del conocimiento. por lo tanto, condenar es en
realidad imposible. Lo que parece ser su influencia y sus efectos jamás
tuvieron lugar en absoluto. No obstante, tenemos que lidiar con ellos
por un tiempo como si en real¡ dad hubiesen tenido lugar. Las ilusiones
forjan más ilusiones. Excepto una. Pues el perdón es la ilusión que
constituye la respuesta a todas las demás ilusiones. El perdón
desvanece todos los demás sueños, y aunque en sí es un sueño, no da
lugar a más sueños. Todas las ilusiones, salvo ésta, no pueden sino
multiplicarse de mil en mil. Pero con ésta, a todas las demás les llega
su fin. El perdón representa el fin de todos los sueños, ya que es el
sueño del despertar. No es en sí la verdad. No obstante, apunta hacia
donde ésta se encuentra, y provee dirección con la certeza de Dios
mismo, Es un sueño en el que el Hijo de Dios despierta a su Ser y a su
Padre, sabiendo que Ambos son uno. El perdón
es el único camino que te conduce más allá del desastre, del sufrimiento
y, finalmente, de la muerte. ¿Cómo podría haber otro camino cuando éste
es el plan de Dios? ¿Y por qué combatirlo, oponerse a él, hallarle mil
faltas y buscar mil otras alternativas? ¿No sería
más sabio alegrarte de tener en tus manos la respuesta a tus problemas?
¿No sería más inteligente darle gracias a Aquel que te ofrece la
salvación y aceptar Su regalo con gratitud? ¿Y no sería muestra de
bondad para contigo mismo oír Su Voz y aprender las sencillas lecciones
que Él desea enseñarte en lugar de tratar de ignorar Sus palabras y
substituirlas por las tuyas? Sus
palabras darán resultado. Sus palabras salvarán. En Sus palabras yace
toda la esperanza, bendición y dicha que jamás se pueda encontrar en
esta tierra. Sus palabras proceden de Dios, y te llegan con el amor del
Cielo impreso en ellas. los que oyen Sus palabras han oído el himno del
Cielo. Pues éstas son las palabras en las que todas las demás por fin se
funden en una sola. Y al desaparecer ésta, la Palabra de Dios viene a
ocupar su lugar, pues entonces será recordada y amada. En este
mundo parece haber diversos escondrijos donde la piedad no tiene sentido
y el ataque parece estar justificado. Mas todos son uno: un lugar donde
la muerte es la ofrenda que se le hace al Hijo de Dios así como a su
Padre. Tal vez pienses que Ellos la han aceptado. Mas si miras de nuevo
allí donde antes contemplaste Su sangre, percibirás en su lugar un
milagro. ¡Qué absurdo creer que Ellos podían morir! ¡Qué absurdo creer
que podías atacar! ¡Que locura pensar que podías ser condenado y que el
santo Hijo de Dios podía morir! La
quietud de tu Ser permanece impasible y no se ve afectada por semejantes
pensamientos ni se percata de ninguna condenación que pudiera requerir
perdón. pues los sueños, sea cual fuere su clase, son algo ajeno y
extraño a la verdad. ¿Y qué otra cosa, sino la verdad, podría contener
un Pensamiento que edifica un puente hasta ella misma para transportar
las ilusiones al otro lado? Nuestras
prácticas de hoy consisten en dejar que la libertad venga a establecer
su morada en ti. La verdad deposita estas palabras en tu mente, para que
puedas encontrar la llave de la luz y permitir que a la obscuridad le
llegue su fin. Sólo
mi propia condenación me hace daño Sólo
mi propio perdón me puede liberar. No
olvides hoy que toda forma de sufrimiento oculta algún pensamiento que
niega el perdón. Y que el perdón puede sanar toda forma de dolor. Acepta la
única ilusión que proclama que en el Hijo de Dios no hay condenación, y
el Cielo será recordado instantáneamente, el mundo quedará olvidado y
todas sus absurdas creencias quedarán olvidadas junto con él, conforme
la faz de Cristo aparezca por fin sin velo alguno en este sueño de
perdón. Éste es el regalo que el Espíritu Santo te ofrece de parte de
Dios tu Padre. Deja que el día de hoy sea celebrado tanto en la tierra
como en tu santo hogar. Sé benévolo con ambos, al perdonar las ofensas
de las que pensaste que eran culpables, y ve tu inocencia irradiando
sobre ti desde la faz de Cristo. Ahora el
silencio se extiende por todo el mundo. Ahora hay quietud allí donde
antes había una frenética avalancha de pensamientos sin sentido. Ahora
hay una serena luz sobre la faz de la tierra, que reposa tranquila en un
dormir desprovisto de sueños. Y ahora lo único que queda en ella es la
Palabra de Dios. Sólo eso puede percibirse por un instante más. Luego,
los símbolos pasaran al olvido, y todo lo que jamás creíste haber hecho
desaparecerá por completo de la mente que Dios reconoce para siempre
como Su único Hijo. En él no
hay condenación. Es perfecto en su santidad. No necesita pensamientos de
misericordia. ¿Qué regalos se le pueden hacer cuando todo es Suyo? ¿A
quién podría ocurrírsele ofrecer perdón al Hijo de la Impecabilidad
Misma, tan semejante a Aquel de Quien es Dijo, que contemplar al Hijo
significa dejar de percibir y únicamente conocer al Padre? En esta
visión del Hijo, tan fugaz que ni siquiera un instante media entre este
singular y la intemporalidad misma, contemplas la visión de ti panorama
mismo, y luego desapareces para siempre en Dios. Hoy nos aproximamos todavía más al
final de todo lo que aún pretende interponerse entre esta visión y
nuestra vista. Nos sentimos dichosos de haber llegado tan lejos, y
reconocemos que Aquel que nos trajo hasta aquí no nos abandonará ahora.
Pues nos quiere dar hoy el regalo que Dios nos ha dado a través de Él.
Este es el momento de tu liberación. Ha llegado el momento. Ha llegado
hoy.
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