Escuchar en voz Lección 200 Deja de buscar. No hallarás otra paz que la paz de
Dios. Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más
amargos desengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y
una gélida sensación de desesperanza y de duda. Deja de buscar. No
puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques
sea infelicidad y dolor. Este es el punto final al que en última instancia todo
el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar
felicidad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede
causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del
infierno. No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir
para vivir. Pues no estarás sino pidiendo la derrota. No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor,
felicidad y vida eterna en una paz que no tiene fin. Pide esto, y sólo
puedes ganar. Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. Pedir que lo que
es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. Perdónate a ti
mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes
encontrar. Pues, ¿qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una
y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte
cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una
puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida? Regresa a casa. Jamás encontraste felicidad en lugares
extraños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún
significado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. No te
corresponde estar en este mundo. Aquí eres un extraño. Pero te es dado
encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una
prisión o una cárcel para nadie. Se te concede la libertad allí donde no veías más que
cadenas y puertas de hierro. Mas si quieres hallar escapatoria tienes
que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. Permanecerás
encadenado hasta que veas el mundo como un lugar bendito, liberes de tus
errores a cada hermano y lo honres tal como es. Tú no lo creaste, así
como tampoco te creaste a ti mismo. Y al liberar a uno, el otro es
aceptado tal como es. ¿Qué función tiene el perdón? En realidad no tiene
ninguna, ni hace nada, pues es desconocido en el Cielo. Es sólo en el
infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que
desempeñar. ¿No es acaso un propósito loable ayudar al bienamado Hijo de
Dios a escapar de los sueños de maldad, que aunque son sólo
fabricaciones suyas, él cree que son reales? ¿Quién podría aspirar a
más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso,
entre el amor y el miedo? No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene
un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Voluntad de
su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. ¿Qué
podría esperar encontrar en semejante mundo? Este no puede ser real, ya
que nunca fue creado. ¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? ¿O bien
tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede
engañar? puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar
la paz de Dios. La paz es el puente que todos habrán de cruzar para
dejar atrás este mundo. Pero se empieza a tener paz en él cuando se le
percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las
puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. La paz es la respuesta a las
metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y
frenéticas y a los empeños sin sentido. Ahora el camino es fácil, y nos
conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace
dentro de la paz de Dios. No volvamos a perder el rumbo hoy. Nos dirigimos al
Cielo, y el camino es recto. Sólo si procuramos desviarnos podemos
retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas.
Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. Él no abandonará a Su
Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar.
El Padre llama; el Hijo le oirá. Y eso es todo lo que hay con respecto a
lo que parece ser un mundo separado de Dios, en el que los cuerpos son
reales. Ahora reina el silencio. Deja de buscar. Has llegado a
donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que
antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. Ahora
se encuentran bajo tus pies. y tú levantas la mirada y miras al Cielo
con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más.
Por fin la paz ha sido reconocida, y tú puedes sentir como su tierno
abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor. Hoy no buscamos ídolos. La paz no se puede encontrar
en ellos. La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer
nada más. ¡Que la paz sea con nosotros hoy! Pues hemos encontrado una
manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad, y de
reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y
nuestros sueños solitarios por compañerismo. Pues la paz es unión, si
procede de Dios. Hemos abandonado toda búsqueda. nos encontramos muy
cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que
decimos: No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.
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