Escuchar en voz
Lección 44
Dios es la luz en la que veo.
Hoy continuamos con la idea de ayer, agregándole otra
dimensión. No puedes ver en la oscuridad, y no puedes fabricar luz.
Puedes fabricar oscuridad y luego pensar que ves en ella, pero la luz
refleja vida, y es, por lo tanto, un aspecto de la creación. La creación
y la oscuridad no pueden coexistir, pero la luz y la vida son
inseparables, pues no son sino diferentes aspectos de la creación.
Para poder ver, tienes que reconocer que la luz se encuentra en tu
interior y no afuera. No puedes ver fuera de ti, ni tampoco se encuentra
fuera de ti el equipo que necesitas para poder ver. Una parte esencial
de ese equipo es la luz que hace posible el que puedas ver. Esa luz está
siempre contigo, haciendo que la visión sea posible en toda
circunstancia.
Hoy vamos a intentar llegar hasta esa luz. Para tal fin, utilizaremos
una forma de ejercicio que ya se sugirió anteriormente, y que vamos a
utilizar cada vez más. Dicha forma de ejercicio es especialmente difícil
para la mente indisciplinada y representa uno de los objetivos
principales del entrenamiento mental. Requiere precisamente lo que le
falta a la mente sin entrenar. Con todo, si has de ver, dicho
entrenamiento tiene que tener lugar.
Lleva a cabo como mínimo tres sesiones de práctica hoy, cada una de tres
a cinco minutos de duración. Recomendamos enfáticamente que les dediques
más tiempo, pero únicamente si notas que el tiempo pasa sin que
experimentes ninguna sensación de tensión o muy poca. La forma de
práctica que vamos a utilizar hoy es la más natural y fácil del mundo
para la mente entrenada, tal como parece ser la más antinatural y
difícil para la mente sin entrenar.
Tu mente ya no está completamente sin entrenar. Estás bastante listo
para aprender la forma de ejercicio que vamos a utilizar hoy, pero es
posible que te topes con una gran resistencia. La razón es muy simple.
Al practicar de esta manera, te desprendes de todo lo que ahora crees y
de todos los pensamientos que has inventado. Propiamente dicho, esto
constituye tu liberación del infierno. Sin embargo, si se percibe a
través de los ojos del ego, es una pérdida de identidad y un descenso al
infierno.
Si te puedes apartar del ego, aunque sólo sea un poco, no tendrás
dificultad alguna en reconocer que su oposición y sus miedos no
significan nada. Tal vez te resulte útil recordarte a ti mismo de vez en
cuando, que alcanzar la luz es escapar de la oscuridad,
independientemente de lo que creas al contrario. Dios es la luz en la
que ves. Estás intentando llegar a Él.
Da comienzo a la sesión de práctica repitiendo la idea de hoy con los
ojos abiertos, luego ciérralos lentamente mientras repites la idea
varias veces más. Trata entonces de sumergirte en tu mente, abandonando
cualquier clase de interferencia e intrusión a medida que te sumerges
serenamente más allá de ellas. No hay nada, excepto tú, que pueda
impedirle a tu mente hacer esto. Tu mente está sencillamente siguiendo
su curso natural. Trata de observar los pensamientos que te vengan sin
involucrarte con ninguno de ellos, y pásalos de largo tranquilamente.
Si bien no se recomienda ningún enfoque en particular para esta forma de
ejercicio, sí es necesario que te des cuenta de cuán importante es lo
que estás haciendo, el inestimable valor que ello tiene para ti, así
como que seas consciente de que estás intentando hacer algo muy sagrado.
La salvación es el más feliz de todos tus logros. Es asimismo el único
que tiene sentido porque es el único que tiene verdadera utilidad para
ti.
Si experimentas cualquier clase de resistencia, haz una pausa lo
suficientemente larga como para poder repetir la idea de hoy con los
ojos cerrados, a no ser que notes que tienes miedo. En ese caso es
probable que abrir los ojos brevemente te haga sentir más tranquilo.
Trata, sin embargo, de reanudar los ejercicios con los ojos cerrados tan
pronto como puedas.
Si estás haciendo los ejercicios correctamente, deberías experimentar
una cierta sensación de relajación, e incluso sentir que te estas
aproximando a la luz o de hecho adentrándote en ella. Trata de pensar en
la luz, sin forma y sin límites, según pasas de largo los pensamientos
de este mundo. Y no te olvides de que no te pueden atar a él a no ser
que tú les des el poder de hacerlo.
Durante el transcurso del día, repite la idea a menudo con los ojos
abiertos o cerrados, como mejor te parezca en su momento. Pero no te
olvides de repetirla. Sobre todo, decídete hoy a no olvidarte.
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