Escuchar en voz Lección 66 Seguramente habrás notado que en nuestras lecciones
más recientes hemos hecho hincapié en la conexión que existe entre
desempeñar tu función y alcanzar la felicidad. Esto ha sido así porque
realmente tú no ves la conexión. Sin embargo, se trata de algo más que
una simple conexión: son una misma cosa. La manera en que cada una se
manifiesta es distinta, pero el contenido es exactamente el mismo. El ego está batallando constantemente con el Espíritu
Santo en torno a la cuestión fundamental de cuál es tu función. También
batalla con Él constantemente con respecto a qué es tu felicidad. No es
ésta una batalla que tenga dos contendientes. El ego ataca y el Espíritu
Santo no responde. Él sabe cuál es tu función. Él sabe que es tu
felicidad. Hoy intentaremos ir más allá de esta batalla
completamente absurda y arribar a la verdad con respecto a tu función.
No nos vamos a enfrascar en argumentos fútiles con respecto a lo que es
tu función. No vamos a tratar inútilmente de definir lo que es la
felicidad ni de determinar los medios para alcanzarla. No vamos a
gratificar al ego escuchando sus ataques contra la verdad. Sencillamente
nos alegraremos de que podemos descubrir lo que ésta es. El propósito de la sesión de práctica larga de hoy es
que aceptes el hecho de que no sólo existe una conexión muy real entre
la función que Dios te dio y tu felicidad, sino que ambas cosas son, de
hecho, lo mismo. Dios te da únicamente felicidad. Por lo tanto, la
función que Él te dio tiene que ser la felicidad, aunque parezca ser
otra cosa. Los ejercicios de hoy son un intento de ir más allá de estas
diferencias de aspecto y de reconocer un contenido común allí donde en
verdad lo hay. Comienza la sesión de práctica de diez o quince
minutos reflexionando sobre estos pensamientos: Dios me da únicamente felicidad. Él me ha dado mi función. Por lo tanto, mi función tiene que ser la felicidad. Trata de ver la lógica en esta secuencia, incluso si
aún no aceptas la conclusión. Únicamente si los dos primeros
pensamientos son erróneos, podría ser falsa la conclusión.
Reflexionemos, entonces, por un rato sobre estas premisas según
practicamos. La primera premisa es que Dios te da únicamente
felicidad. Esto, desde luego, podría ser falso, pero para que fuese
falso sería preciso definir a Dios como algo que Él no es. El Amor no
puede dispensar maldad, y lo que no es felicidad es maldad. Dios no
puede dar lo que no tiene, ni puede tener lo que Él no es. Si Dios no te
diese únicamente felicidad, ciertamente sería malvado. Y ésa es la
definición que crees acerca de Él si no aceptas la primera premisa. La segunda premisa afirma que Dios te ha dado tu
función. Hemos visto que tu mente sólo tiene dos partes. Una de ellas la
gobierna el ego y se compone de ilusiones. La otra es la morada del
Espíritu Santo, donde reside la verdad. Sólo puedes escoger entre estos
dos guías, y los únicos resultados que pueden proceder de tu elección
son el miedo que el ego siempre engendra o el amor que el Espíritu Santo
siempre ofrece para reemplazarlo. Así pues, o bien fue Dios Quien estableció tu función
a través de Su Voz, o bien fue el ego, que tú inventaste para
reemplazarlo a Él. ¿Cuál de estas posibilidades es verdad? A menos que
hubiese sido Dios Quien te dio tu función, ésta sólo podría ser un
regalo del ego. Mas ¿qué regalos puede dar el ego, cuando él mismo es
una ilusión y lo único que puede ofrecer son regalos ilusorios? Piensa en esto durante tu sesión de práctica
más larga de hoy. Piensa asimismo en las múltiples formas que tu
ilusoria función ha adoptado en tu mente, y en las muchas maneras por
las que, guiado por el ego, trataste de encontrar la salvación. ¿La
encontraste? ¿Te sentiste feliz? ¿Te brindaron paz? Hoy necesitamos ser
muy honestos. Recuerda objetivamente los resultados que lograste y
examina si en algún momento fue razonable pensar que podías encontrar
felicidad en nada que el ego jamás propusiera. Con todo, la única
alternativa para la Voz del Espíritu Santo es el ego. Prestarás oídos a la locura, o bien oirás la verdad.
Trata de hacer tu elección mientras reflexiones sobre las premisas en
las que se basa nuestra conclusión. Podemos concurrir con esta
conclusión, pero no con ninguna otra, toda vez que Dios Mismo concurre
con nosotros al respecto. La idea de hoy es otro paso gigantesco hacia
la percepción de lo que es lo mismo como lo mismo y de lo que es
diferente como diferente. A un lado están las ilusiones. Al otro, la
verdad. Tratemos hoy de darnos cuenta de que sólo la verdad es verdad. Para las sesiones de práctica más cortas, que hoy te
resultarán muy beneficiosas si las llevas a cabo dos veces por hora,
sugerimos la siguiente forma de aplicación: Mi función y mi felicidad son una porque Dios me dio
las dos. No te tomará más de un minuto, y probablemente menos,
repetir estas palabras lentamente y pensar en ellas por un rato mientras
las dices.
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