Escuchar en voz Lección 70 Toda tentación no es más que una variante de la
tentación básica de no creer la idea de hoy. La salvación parece
proceder de cualquier parte excepto de ti. Lo mismo se puede decir del
origen de la culpabilidad. Tú no crees que la culpabilidad y la
salvación estén en tu mente y sólo en tu mente. Cuando te des cuenta de
que la culpabilidad es sólo una invención de la mente, te darás cuenta
también de que la culpabilidad y la salvación tienen que encontrarse en
el mismo lugar. Al entender esto te salvas. El aparente costo de aceptar la idea de hoy es el
siguiente: significa que nada externo a ti puede salvarte ni nada
externo a ti puede brindarte paz. Significa también que nada externo a
ti te puede hacer daño, perturbar tu paz o disgustarse en modo alguno.
La idea de hoy te pone a cargo del universo, donde te corresponde estar
por razón de lo que eres. No es éste un papel que se pueda aceptar
parcialmente. Y seguramente habrás comenzado a darte cuenta de que
aceptarlo es la salvación. Es probable, no obstante, que aún no esté claro para
ti por qué razón reconocer que la culpabilidad está en tu propia mente
conlleva asimismo darte cuenta de que la salvación está allí también.
Dios no habría puesto el remedio para la enfermedad donde no te pudiese
servir de nada. Así es como funciona tu mente, pero no la Suya. Él
quiere que sanes, y por eso mantiene la Fuente de la curación allí donde
hay necesidad de curación. Tú has tratado de hacer justamente lo contrario,
intentando por todos los medios, no importa cuán distorsionados o
extravagantes, separar la curación de la enfermedad a la que estaba
destinada, conservando de este modo la enfermedad. Tu propósito ha sido
asegurarte de que la curación no tuviese lugar. El propósito de Dios ha
sido asegurarse de que si tuviese lugar. Nuestra práctica de hoy consiste en darnos cuenta de
que la Voluntad de Dios y la nuestra coinciden completamente en esto.
Dios quiere que sanemos, y nosotros no queremos realmente estar
enfermos, pues eso no nos hace felices. Al aceptar la idea de hoy, por
lo tanto, estamos en realidad de acuerdo con Dios. Él no quiere que
estemos enfermos. nosotros tampoco. Él quiere que nos curemos. Nosotros
también. Hoy estamos listos para dos sesiones de práctica
largas, cada una de las cuales debe tener una duración de diez a quince
minutos. Dejaremos, no obstante, que seas tú quien decida cuándo
llevarlas a cabo. Seguiremos esta norma en varias de las lecciones
sucesivas, por lo que una vez más sería mejor que decidieses de antemano
la mejor hora para llevar a cabo cada una de las sesiones de práctica y
que luego te adhirieses lo más fielmente posible al horario establecido. Empieza estas sesiones de práctica repitiendo la idea
de hoy, añadiendo una afirmación en la que se vea expresado tu
reconocimiento de que la salvación no procede de nada externo a ti.
Podrías, por ejemplo, decir lo siguiente: Mi salvación procede de Mi. No puede proceder de
ninguna otra parte. Dedica después varios minutos, con los ojos cerrados,
a revisar algunas de las fuentes externas en las que en el pasado
buscaste la salvación: en otra gente, en posesiones, en diversas
situaciones y acontecimientos, y en conceptos de ti mismo que intentaste
convertir en realidad. Reconoce que la salvación no se encuentra en nada
de eso, y dite a ti mismo: Mi salvación no puede proceder de ninguna de esas
cosas. Mi salvación procede de mi, y sólo de mi. Trataremos ahora nuevamente de llegar a la luz en ti,
que es donde realmente se encuentra tu salvación. No puedes encontrarla
en las nubes que rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando.
No está ahí. Está más allá de las nubes, en la luz que se encuentra tras
ellas. Recuerda que tienes que atravesar las nubes antes de poder llegar
a la luz. Pero recuerda también que jamás encontraste nada que fuese
duradero o que realmente quisieras en los tapices de nubes que te
imaginabas. Puesto que todas las ilusiones de salvación te han
fallado, seguramente no querrás quedarte en las nubes buscando en vano
ídolos falsos, cuando te sería tan fácil llegar hasta la luz de la
verdadera salvación. Trata de ir más allá de las nubes utilizando
cualquier medio que te atraiga. Si te resulta útil, piensa que te estoy
llevando de la mano, y que te estoy guiando. Y te aseguro que esto no
será una vana fantasía. Para las sesiones de práctica cortas y frecuentes de
hoy, recuérdate a ti mismo que la salvación procede de ti y que nada,
salvo tus propios pensamientos, puede impedir tu progreso. Estás libre
de toda interferencia externa. Estás a cargo de tu salvación. Estás a
cargo de la salvación del mundo. Di, entonces: Mi salvación procede de mi. No hay nada externo a mi que me pueda
detener. En mi se encuentra la salvación del mundo y la mía propia.
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