Escuchar en voz Lección 72 Aunque hemos reconocido que el plan del ego para la
salvación es el opuesto al de Dios, aún no hemos puesto de relieve que
es también un ataque directo contra Su plan y un intento deliberado de
destruirlo. En dicho ataque se le adjudican a Dios aquellos atributos
que de hecho le corresponden al ego, mientras que el ego parece asumir
los de Dios. El deseo fundamental del ego es suplantar a Dios. De
hecho, el ego es la encarnación física de ese deseo. Pues es este deseo
lo que parece encerrar a la mente en un cuerpo, manteniéndola sola y
separada e incapaz de llegar a otras mentes, excepto a través del mismo
cuerpo que fue hecho con el propósito de aprisionarla. Poner limites en
la comunicación no es la mejor manera de expandirla. No obstante, el ego
quiere hacerte creer que lo es. Aunque el intento de mantener las limitaciones que un
cuerpo impone es obvio aquí, tal vez no sea tan evidente por qué razón
abrigar resentimientos constituye un ataque contra el plan de Dios para
la salvación. Examinemos, pues, cuáles son las cosas contra las que
tienes la tendencia a abrigar resentimientos. ¿Acaso no están siempre
asociadas con algo que un cuerpo hace? Una persona dice algo que no te
gusta. O bien hace algo que te desagrada. Dicha persona "delata" sus
pensamientos hostiles con su comportamiento. En este caso no estás tratando con lo que la persona
es. Por el contrario, en lo único que te fijas es en lo que esa persona
hace en el cuerpo. Y no sólo no la estás ayudando a librarse de las
limitaciones de su cuerpo, sino que estás tratando activamente de atarla
al cuerpo, al confundirla con éste y juzgar que ella y su cuerpo son una
misma cosa. De este modo se ataca a Dios, pues si Su Hijo no es más que
un cuerpo, eso es lo que Él debe ser también. Es inconcebible que un
creador pueda ser radicalmente distinto de su creación. Si Dios fuese un cuerpo, ¿cuál sería Su plan para la
salvación? ¿Qué otra cosa podría ser sino la muerte? Y al tratar de
presentarse a sí mismo como el Autor de la vida y no de la muerte,
resultaría ser un mentiroso y un impostor, lleno de falsas promesas que
ofrece ilusiones en vez de la verdad. La aparente realidad del cuerpo
hace que esta perspectiva de Dios parezca convincente. De hecho, si el
cuerpo fuese real, sería imposible no llegar a esta conclusión. Cada
resentimiento que abrigas reitera que el cuerpo es real. Cada
resentimiento que abrigas pasa por alto completamente lo que tu hermano
es. refuerza tu creencia de que él es un cuerpo y lo condena por ello. Y
afirma que su salvación tiene que ser la muerte, al proyectar este
ataque sobre Dios y hacerlo responsable de ello. A esta arena cuidadosamente preparada, donde animales
feroces acechan a sus presas y la clemencia no puede hacer acto de
presencia, el ego viene a salvarte. Dios te hizo un cuerpo. Muy bien.
Aceptemos esto y alegrémonos. En cuanto que cuerpo, no te prives de nada
de lo que el cuerpo te ofrece. Apodérate de lo poco que puedas. Dios no
te dio nada. El cuerpo es tu único salvador. Representa la muerte de
Dios y tu salvación. Ésta es la creencia universal del mundo que ves. Hay
quienes odian al cuerpo y tratan de lastimarlo y humillarlo. otros lo
veneran y tratan de glorificarlo y exaltarlo. Pero mientras tu cuerpo
siga siendo el centro del concepto que tienes de ti mismo, estarás
atacando el plan de Dios para la salvación y abrigando resentimientos
contra Él y contra Su creación, a fin de no oír la Voz de la verdad y
acogerla como Amiga. El que has elegido como tu salvador ocupa Su lugar.
Él es tu amigo; Dios, tu enemigo. Hoy trataremos de poner fin a estos ataques absurdos
contra la salvación, y en lugar de ello, trataremos de darle la
bienvenida. Tu percepción invertida ha sido la ruina de tu paz. Te has
visto a ti mismo como que estás dentro de un cuerpo y a la verdad como
algo que se encuentra fuera de ti, vedada de tu conciencia debido a las
limitaciones del cuerpo. ahora vamos a tratar de ver esto de otra
manera. La luz de la verdad está en nosotros, allí donde Dios
la puso. El cuerpo es lo que está fuera de nosotros, y no es lo que nos
concierne. Estar sin un cuerpo es estar en nuestro estado natural.
Reconocer la luz de la verdad en nosotros es reconocernos a nosotros
mismos tal como somos. Ver que nuestro Ser es algo separado del cuerpo
es poner fin al ataque contra el plan de Dios para la salvación y, en
lugar de ello, aceptarlo. Y dondequiera que Su plan se acepta, ya se ha
consumado. Nuestro objetivo para las sesiones de práctica más
largas de hoy, es hacernos más conscientes de que el plan de Dios para
la salvación ya se ha consumado en nosotros. Para lograr este objetivo
tenemos que reemplazar el ataque por la aceptación. Mientras sigamos
atacando, no podremos entender cuál es el plan de Dios para nosotros.
Estaremos, por lo tanto, atacando lo que no reconocemos. Vamos a tratar
ahora de suspender todo juicio y de preguntarle a Dios cuál es Su plan
para nosotros: ¿Qué es la salvación, Padre? No lo sé. dímelo, para que lo pueda entender. Luego aguardaremos quedamente Su respuesta. Hemos
atacado el plan de Dios para la salvación sin habernos detenido a
escuchar en qué consistía. Hemos expresado nuestros resentimientos con
gritos tan ensordecedores que no hemos escuchado Su Voz. Hemos utilizado
nuestros resentimientos para cubrirnos los ojos y para taparnos los
oídos. Ahora queremos ver, oír y aprender. "¿Qué es la
salvación, Padre?" Pregunta y se te contestará. Busca y hallarás. Ya no
le estamos preguntando al ego qué es la salvación ni dónde encontrarla.
Se lo estamos preguntando a la verdad. Ten por seguro, entonces, que la
respuesta será verdad, en virtud de Aquél a Quien se lo estás
preguntando. Cada vez que sientas que tu confianza flaquea y que tu
esperanza de triunfo titubea y se extingue, repite tu pregunta y tu
petición, recordando que le estás preguntando al infinito Creador de lo
infinito, Quien te creó a semejanza de Si Mismo: ¿Qué es la salvación, Padre? No lo Sé. Dímelo, para que lo pueda entender. Él te contestará. Resuélvete a escuchar. Hoy sólo será necesario una o quizás dos sesiones de
práctica cortas por hora, ya que serán un poco más largas que de
costumbre. Los ejercicios deben comenzar con lo siguiente: Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de
Dios para la salvación. Permíteme aceptarlo en lugar de atacarlo. ¿Qué es la salvación, Padre? Luego espera en silencio un minuto más o menos, preferiblemente con
los ojos cerrados, y aguarda Su respuesta.
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