Escuchar en voz Lección 92 La idea de hoy es una ampliación de la anterior. No
asocias la luz con la fortaleza ni la obscuridad con la debilidad. Ello
se debe a que tu idea de lo que significa ver está vinculada al cuerpo,
a sus ojos y a su cerebro. De ahí que creas que puedes cambiar lo que
ves poniendo trocitos de vidrio delante de tus ojos. esta es una de las
muchas creencias mágicas que proceden de tu convicción de que eres un
cuerpo y de que los ojos del cuerpo pueden ver. Crees también que el cerebro puede pensar. Si
comprendieses la naturaleza del pensamiento, no podrías por menos que
reírte de esta idea tan descabellada Es como si creyeses que eres tú el
que sostiene el fósforo que le da al sol toda su luz y todo su calor; o
quien sujeta al mundo firmemente en sus manos hasta que decidas
soltarlo. Esto, sin embargo, no es más disparatado que creer que los
ojos del cuerpo pueden ver o que el cerebro puede pensar. La fortaleza de Dios que mora en ti es la luz en la
que ves, de la misma manera como es Su Mente con la que piensas. Su
fortaleza niega tu debilidad. Y es ésta la que ve a través de los ojos
del cuerpo, escudriñando la obscuridad para contemplar lo que es
semejante a ella misma: los mezquinos y los débiles, los enfermizos y
los moribundos; los necesitados, los desvalidos y los amedrentados; los
afligidos y los pobres, los hambrientos y los melancólicos. Esto es lo
que se ve a través de los ojos que no pueden ver ni bendecir. La fortaleza pasa por alto todas estas cosas al mirar
más allá de las apariencias. Mantiene su mirada fija en la luz que se
encuentra más allá de ellas. Se une a la luz de la que forma parte. Se
ve a sí misma. Te brinda la luz en la que tu Ser aparece. En la
obscuridad percibes un ser que no existe. La fortaleza es lo que es
verdad con respecto a ti, mas la debilidad es un ídolo al que se honra y
se venera falsamente a fin de disipar la fortaleza y permitir que la
obscuridad reine allí donde Dios dispuso que hubiese luz. La fortaleza procede de la verdad, y brilla con la luz
que su Fuente le ha otorgado; la debilidad refleja la obscuridad de su
hacedor. Está enferma, y lo que ve es la enfermedad, que es como ella
misma. La verdad es un salvador, y su voluntad es que todo el mundo goce
de paz y felicidad. La verdad le da el caudal ilimitado de su fortaleza
a todo aquel que la pide. reconoce que si a alguien le faltase algo, les
faltaría a todos. y por eso imparte su luz, para que todos puedan ver y
beneficiarse cual uno solo. Todos comparten su fortaleza, de manera que
ésta pueda brindarles a todos el milagro en el que ellos se unirán en
propósito, perdón y amor. La debilidad, que mira desde la obscuridad, no puede
ver propósito alguno en el perdón o en el amor. Ve todo lo demás como
diferente de ella misma, y no ve nada en el mundo que quisiera
compartir. juzga y condena, pero no ama. Permanece en la obscuridad para
ocultarse fuerte y victoriosa, y sueña que es vencedora de limitaciones
que no hacen sino crecer descomunalmente en la obscuridad. La debilidad se teme, se ataca y se odia a sí misma, y
la obscuridad cubre todo lo que ve, dejándole sus sueños que son tan
temibles como ella misma. Ahí no encontrarás milagros sino odio. La
debilidad se separa de lo que ve, mientras que la luz y la fortaleza se
perciben a sí mismas cual una sola. La luz de la fortaleza no es la luz
que tú ves. No cambia, ni titila hasta finalmente extinguirse. No cambia
cuando la noche se convierte en día, ni se convierte en obscuridad hasta
que se hace de día otra vez. La luz de la fortaleza es constante, tan segura como
el amor y eternamente feliz de darse a sí misma, ya que no puede sino
darse a lo que es ella misma. Nadie que pida compartir su visión lo hace
en vano, y nadie que entre en su morada puede partir sin un milagro ante
sus ojos y sin que la fortaleza y la luz moren en su corazón. La fortaleza que mora en ti te ofrecerá luz y guiará
tu visión para que no habites en las vanas sombras que los ojos del
cuerpo te proveen a fin de que te engañes a ti mismo. La fortaleza y la
luz se unen en ti, y ahí donde se unen, tu Ser se alza presto a
recibirte como Suyo. Tal es el lugar de encuentro que hoy trataremos de
hallar para descansar en él, pues la paz de Dios está ahí donde tu Ser,
Su Hijo, aguarda ahora para encontrarse Consigo Mismo otra vez y volver
a ser uno. Dediquemos veinte minutos en dos ocasiones hoy a estar
presentes en ese encuentro. Déjate conducir ante tu Ser. Su fortaleza
será la luz en la que se te concederá el don de la visión. Deja atrás
hoy la obscuridad por un rato, y practica ver en la luz, cerrando los
ojos del cuerpo y pidiéndole a la verdad que te muestre cómo hallar el
lugar de encuentro entre el ser y el Ser, en el que la luz y la
fortaleza son una. Así es como practicaremos mañana y noche. Después de
la reflexión de por la mañana, usaremos el día para prepararnos para la
de por la noche, cuando nuevamente nos volveremos a reunir en confianza.
Repitamos la idea de hoy tan a menudo como sea posible, y reconozcamos
que es un preludio a la visión y que se nos está llevando de las
tinieblas a la luz donde únicamente pueden percibiese milagros.
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¿Qué es Un Curso de Milagros? - Prefacio
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