Lección 39
Mi santidad es mi salvación.
Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál
es su opuesto? Al igual que el texto para el que este
libro de ejercicios fue escrito, las ideas que se usan
en los ejercicios son muy simples, muy claras y están
totalmente exentas de ambigüedad. No estamos interesados
en proezas intelectuales ni en juegos de lógica. Estamos
interesados únicamente en lo que es muy obvio, lo cual
has pasado por alto en las nubes de complejidad en las
que piensas que piensas.
Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál
es su opuesto? Ésta, sin duda, no es una pregunta
difícil. La vacilación que tal vez sientas al
contestarla no se debe a la ambigüedad de la pregunta.
Pero ¿crees acaso que la culpabilidad es el infierno? Si
lo creyeses, verías de inmediato cuán directo y simple
es el texto, y no necesitarías un libro de ejercicios en
absoluto. Nadie necesita practicar para obtener lo que
ya es suyo.
Hemos dicho ya que tu santidad es la
salvación del mundo. ¿Y qué hay de tu propia salvación?
No puedes dar lo que no tienes. Un salvador tiene que
haberse salvado. ¿De qué otro modo, si no, podría
enseñar lo que es la salvación? Los ejercicios de hoy
van dirigidos a ti, en reconocimiento de que tu
salvación es crucial para la salvación del mundo. A
medida que apliques los ejercicios a tu mundo, el mundo
entero se beneficiará.
Tu santidad es la respuesta a toda
pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora
o se haga en el futuro. Tu santidad significa el fin de
la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. Tu
santidad es la salvación del mundo, así como la tuya.
¿Cómo podrías tú - a quien le pertenece tu santidad -
ser excluido de ella? Dios no conoce lo profano. ¿Sería
posible que Él no conociese a Su Hijo?
Se te exhorta a que dediques cinco
minutos completos a cada una de las cuatro sesiones de
práctica más largas de hoy, y a que esas sesiones sean
más frecuentes y de mayor duración. Si quieres exceder
los requisitos mínimos, se recomienda que lleves a cabo
más sesiones en vez de sesiones más largas, aunque
sugerimos ambas cosas.
Empieza las sesiones de práctica como de
costumbre, repitiendo la idea de hoy para tus adentros.
Luego, con los ojos cerrados, explora tu mente en busca
de pensamientos que no sean amorosos en cualquiera de
las formas en que puedan presentarse: desasosiego,
depresión, ira, miedo, preocupación, ataque,
inseguridad, etc. No importa en qué forma se presenten,
no son amorosos, y, por lo tanto, son temibles. De
ellos, pues, es de los que necesitas salvarte.
Todas las situaciones, personalidades o
acontecimientos específicos que asocies con pensamientos
no amorosos de cualquier clase constituyen sujetos
apropiados para los ejercicios de hoy. Es imperativo
para tu salvación que los veas de otra manera.
Impartirles tu bendición es lo que te salvará y lo que
te dará la visión.
Lentamente, sin hacer una selección
consciente y sin poner un énfasis indebido en ninguno en
particular, escudriña tu mente en busca de todos
aquellos pensamientos que se interponen entre tu
salvación y tú. Aplica la idea de hoy a cada uno de
ellos de esta manera:
Mis pensamientos no amorosos acerca de
___ me mantienen en el infierno.
Mi santidad es mi salvación.
Quizá estas sesiones de práctica te
resulten más fáciles si las intercalas con varias
sesiones cortas en las que simplemente repites muy
despacio la idea de hoy varias veces en silencio. Te
puede resultar útil asimismo incluir unos cuantos
intervalos cortos en los que sencillamente te relajas y
no pareces estar pensando en nada. Mantener la
concentración es muy difícil al principio. Sin embargo,
se irá haciendo cada vez más fácil a medida que tu mente
se vuelva más disciplinada y menos propensa a
distraerse.
Entretanto, debes sentirte en libertad
de introducir variedad en las sesiones de práctica en
cualquier forma que te atraiga hacerlo. Mas no debes
cambiar la idea en sí al variar el método de aplicación.
Sea cual sea la forma en que elijas usarla, la idea debe
expresarse de tal manera que su significado sea el hecho
de que tu santidad es tu salvación. Finaliza cada sesión
de práctica repitiendo una vez más la idea en su forma
original y añadiendo:
Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál
es su opuesto?
En las aplicaciones más cortas, que
deben llevarse a cabo unas tres o cuatro veces por hora
o incluso más si es posible, puedes hacerte a ti mismo
esa pregunta o repetir la idea de hoy, pero
preferiblemente ambas cosas. Si te asaltan tentaciones,
una variación especialmente útil de la idea es:
Mi santidad es mi salvación de
esto.
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