El aprendizaje es algo que le es ajeno a Dios. Su
Voluntad, no obstante, se extiende hasta lo que Él no entiende, en el
sentido de que Él dispone que la felicidad que Su Hijo heredó de Él
permanezca incólume, sea perpetua y por siempre en aumento, que se
expanda eternamente en la dicha de la creación plena, que sea
eternamente receptiva y absolutamente ilimitada en Él. Ésa es Su
Voluntad. Por lo tanto, Su Voluntad provee los medios para garantizar
que se cumpla.
Dios no ve contradicciones. Sin embargo, Su Hijo cree
verlas. Por eso tiene necesidad de Alguien que pueda corregir su
defectuosa manera de ver y ofrecerle una visión que lo conduzca de nuevo
al lugar donde la percepción cesa. Dios no percibe en absoluto, El es,
no obstante, Quien provee los medios para que la percepción se vuelva lo
suficientemente hermosa y verdadera como para que la luz del Cielo pueda
resplandecer sobre ella. El es Quien responde a las contradicciones de
Su Hijo y Quien mantiene su inocencia a salvo para siempre.
Éstas son las lecciones que Dios quiere que aprendas,
Su Voluntad se refleja en todas ellas, y ellas reflejan Su amorosa
bondad para con el Hijo que Él ama. Cada Lección encierra un pensamiento
central, que se repite en todas ellas. Su forma es lo único que varia,
según las circunstancias, los acontecimientos, los personajes o los
temas, los cuales parecen ser reales, pero no lo son. Su contenido
fundamental es el mismo y es éste:
Perdona, y verás esto de otra forma.
Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que
una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se
encuentra tras la forma. Esta uniformidad es lo que hace que el
aprendizaje sea algo seguro, ya que la Lección es tan simple que al
final no se puede rechazar. Nadie se puede ocultar para siempre de una
verdad tan obvia, que aunque se presenta en innumerables formas, se
puede reconocer con la misma facilidad en todas ellas, sólo con desear
ver la simple Lección que allí se encierra.
Perdona, y verás esto de otra forma. Éstas son las
palabras que el Espíritu Santo te dice en medio de todas tus
tribulaciones, todo dolor y todo sufrimiento, sea cual sea la forma en
que se manifiesten. Éstas son las palabras con las que a la tentación le
llega su fin, y la culpabilidad, abandonada ahora, deja de ser objeto de
reverencia. Éstas son las palabras que ponen fin al sueño de pecado y
eliminan todo miedo de la mente. éstas son las palabras mediante las
cuales al mundo entero le llega la salvación.
¿No deberíamos acaso aprender a decir estas palabras
cada vez que nos sintamos tentados de creer que el dolor es real y la
muerte se vuelva nuestra elección en lugar de la vida? ¿No deberíamos
acaso aprender a decirlas una vez que hayamos comprendido el poder que
tienen para liberar a todas las mentes de la esclavitud? Éstas son
palabras que te dan poder sobre todos los acontecimientos que parecen
tener control sobre ti. Ves esos acontecimientos correctamente cuando
mantienes estas palabras en tu conciencia, sin olvidarte de que son
aplicables a todo lo que ves o a todo lo que cualquier hermano contemple
erróneamente.
¿Cómo puedes saber cuándo estás viendo equivocadamente
o cuándo no está alguien percibiendo la Lección que debería aprender?
¿Parece ser real el dolor en dicha percepción? Si lo parece, ten por
seguro que no se ha aprendido la Lección, y que en la mente que ve el
dolor a través de los ojos que ella misma dirige permanece oculta una
falta de perdón.
Dios no quiere que sigas sufriendo de esa manera. Él
quiere ayudarte a que te perdones a ti mismo. Su Hijo no recuerda quién
es, y Dios no quiere que se olvide de Su Amor ni de todos los dones que
Su Amor trae consigo. ¿Renunciarías ahora a tu propia salvación?
¿Dejarías acaso de aprender las sencillas lecciones que el Maestro
celestial pone ante ti para que todo dolor desaparezca y el Hijo pueda
recordar a su Padre?
Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que
aprendas. Él no deja ningún pensamiento rencoroso sin corregir, ni que
ninguna espina o clavo lastime en modo alguno a Su santo Hijo. El quiere
asegurarse de que su santo descanso permanezca sereno e imperturbable,
sin preocupaciones, en un hogar eterno que cuida de él. Él quiere que
todas las lágrimas sean enjugadas y que no quede ni una sola más por
derramar, ni ninguna que sólo esté esperando el momento señalado para
brotar. Pues Dios ha dispuesto que la risa reemplace a cada una de ellas
y que Su Hijo sea libre otra vez.
Hoy trataremos de superar en un solo día miles de
aparentes obstáculos a la paz. Deja que la misericordia llegue a ti
cuanto antes. No trates de posponer su llegada ni un sólo día, minuto o
instante más. Para eso se hizo el tiempo. Úsalo hoy para lo que es.
Dedica, mañana y noche, el tiempo que puedas a lo que éste tiene como
propósito, y no permitas que el tiempo que dediques sea menos que el que
sea necesario para satisfacer tu más imperiosa necesidad.
Da todo lo que puedas, y luego da un poco más. Pues
ahora nos levantaremos apresuradamente e iremos a casa de nuestro Padre.
Hemos estado ausentes demasiado tiempo y ya no queremos seguir
demorándonos más aquí. Según practicamos, pensemos en todas las cosas
con las que nos hemos quedado para resolverlas por nuestra cuenta y que
hemos mantenido fuera del alcance de la curación. entreguémoselas a
Aquel que sabe cómo contemplarlas de manera que desaparezcan. La verdad
es Su mensaje; la verdad es Su enseñanza. Suyas son las lecciones que
Dios quiere que aprendamos.
Hoy, y en los días venideros, dedica un poco de tiempo
cada hora a practicar la Lección del perdón tal como se indique. Trata
de aplicarla a lo acontecido en esa hora, de manera que la próxima esté
libre de todo ello. De esta manera, las cadenas del tiempo se desatarán
fácilmente. No dejes que ninguna hora arroje su sombra sobre la
siguiente, y cuando haya transcurrido, deja que todo lo acontecido se
vaya con ella. De este modo, permanecerás libre y en paz eterna en el
mundo del tiempo.
Esta es la Lección que Dios quiere que aprendas: Hay
una manera de contemplarlo todo que te acerca más a Él y a la salvación
del mundo. A todo lo que habla de terror, responde de esta manera:
Perdonaré, y esto desaparecerá.
Repite estas mismas palabras ante toda aprensión, preocupación o
sufrimiento. Y entonces estarás en posesión de la llave que abre las
puertas del Cielo y que hace que el Amor de Dios el Padre llegue por fin
hasta la tierra para elevarla hasta el Cielo. Dios Mismo dará este paso
final. No te niegues a dar los pequeños pasos que te pide para que
puedas llegar hasta Él.
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