“Levantémonos,
gente
del
mundo”
Artaza
11
Octubre
2011
Artículo
por
Koldo
Aldai
www.artegoxo.org
Para
el
próximo
15
de
Octubre
está
convocada
una
protesta
no
violenta
a
escala
global
(www.15october.net).
Gentes
de
todos
los
continentes
llenarán
las
calles
en
lo
que
ya
constituye
una
experiencia
pionera
de
movilización
de
alcance
planetario,
para
“pedir
una
auténtica
democracia”
y
“para
poner
en
marcha
un
cambio
global”.
“Es
el
momento
de
unirnos.
Es
el
momento
de
que
oigan.
¡Levantaros,
gente
del
mundo…!”,
reza
la
convocatoria.
Sí,
atendamos
la
invitación
mundial,
unámonos
gentes
de
todas
las
razas
y
colores,
levantémonos,
llenemos
las
avenidas
el
próximo
sábado,
en
esta
cita
sin
precedentes.
Colmemos
los
asfaltos
en
las
60
ciudades
del
Estado,
en
los
45
países
de
todos
los
continentes
donde
ya
hay
llamamiento,
pero
con
los
corazones
desarmados
de
rencor
y de
ira,
conscientes
también
de
nuestra
responsabilidad
para
con
una
civilización
malograda,
advertidos
de
que
el
cambio
somos
nosotros/as
y
nuestro
actuar
consecuente
y
nuestras
opciones
comprometidas.
Sí,
tomemos
las
calles
y
avenidas,
sabedores
de
que
las
verdaderas
transformaciones
arrancan
en
el
kilómetro
“0”
de
cada
uno
de
nosotros/as;
conocedores
de
nuestro
inmenso
potencial
liberador
colectivo;
percatados
de
que
ni
siquiera
deberemos
tumbar
estos
bancos,
esta
democracia,
este
sistema…,
sino
emplearnos
en
la
creación
de
sus
alternativas,
colmados
de
fe,
armados
de
generosidad,
de
precisas
herramientas,
de
manos
entusiasmadas.
Hollemos
los
asfaltos,
pero
no
olvidemos
la
necesidad
de
levantar
otro
mundo,
precisamente
donde
se
acaban
los
asfaltos
y
florecen
los
campos
y la
vida;
donde
se
acaban
las
duras
ciudades,
la
locura
del
individualismo,
la
incomunicación
asfixiante,
el
“sálvese
quien
pueda”…,
precisamente
donde
se
acaban
los
coches
y su
avasallo,
las
consignas
y el
griterío.
Algo
del
otro
mundo
comienza
también
cuando
enmudecen
las
gargantas
y
las
brazos
quieren
estrechar
el
árbol
y
los
pies
pasear
el
rocío
y
las
manos
por
fin
emplearse
en
construir
lo
nuevo.
Algo
del
otro
mundo
arranca
quizás,
cuando
culminada
la
protesta
de
afuera,
de
vuelta
a
uno
mismo,
hay
que
hacer
acopio
de
fuerza,
ya
no
para
gritar
más
alto,
sino
para
decir
adiós
a la
hipoteca,
a la
casa
enjambre,
al
banco
codicioso,
al
trabajo
alienante,
a la
vida
sin
ideales,
a la
civilización
sin
norte...
Graduemos
el
peso
de
nuestras
propias
palabras.
No
nos
quedemos
en
casa
el
15O,
pero
tampoco
rehuyamos
las
responsabilidades
cercanas
que
nuestros
lemas
implican.
La
reivindicación
afuera,
bien
podría
ser
la
culminación
de
una
exigente
reivindicación
en
lo
profundo
de
nosotros
mismos;
persuadidos
de
que
el
verbo
“dar”
es
anterior
al
de
“pedir”,
de
que
hay
páramos
suficientes
para
construir
lo
nuevo
sin
necesidad
de
emplearnos
en
la
demolición
de
lo
caduco.
La
civilización
actual
se
tambalearía
privada
de
nuestro
apoyo,
consumo,
dinero…,
sobre
todo
privada
de
nuestros
miedos
que
en
definitiva
la
sostienen.
Saldremos
a
las
calles
del
mundo
a
sabiendas
del
peso
y la
exigencia
de
nuestras
palabras
y
postulados.
La
esperanza
puede
rebrotar
al
culminar
el
desfile,
al
comenzar
a
callar
una
algarada
que
se
antoje
algo
lejana,
algo
vacía.
Puede
florecer
en
las
mentes
atrevidas,
en
las
voluntades
decididas,
en
los
silencios
desnudos
ante
un
porvenir
interpelante,
ante
un
destino
que
pedirá
más
de
nosotros
mismos.
Tras
el
griterío
puede
venir
ese
silencio
cargado
de
mayúsculos
interrogantes,
silencio
del
alma
instando
a
levantar,
no
sólo
a
tumbar,
silencio
coherente
por
ejemplo
invitando
a
buscar
un
terreno
bajo
el
sol,
un
paraje
donde
construir
los
sueños,
no
sólo
a
llenarse
la
boca
de
ellos.
Ya
no
pelear
contra
el
banco
sino
construir
el
propio
banco
ético,
las
propias
redes
de
servicios
o
colaborar
con
las
que
ya
existen;
ya
no
sólo
clamar
contra
la
crisis
y
los
recortes,
sino
ver
florecer
la
mesa
con
tus
propios
productos,
ver
despuntar
tus
propias
lechugas,
enrojecer
tus
tomates,
ver
tumbarse
por
el
peso
las
ramas
de
tus
manzanos.
Sí,
hay
vida
en
el
gran
asfalto,
pero
difícilmente
una
vida
saludable,
sostenible,
amable
y
deseable
para
las
generaciones
del
mañana.
Sí,
es
preciso
sentirse
el
15O
protagonistas
de
un
cambio
global
planetario
sin
precedentes,
pero
sin
olvidar
las
implicaciones
personales
y
los
sacrificios
que
comporta
esa
transformación
urgente;
sin
olvidar
el
propio
compromiso
que
exigen
las
palabras
paseadas
por
las
calles
o
echadas
al
viento.
Conjuguemos
el
verbo
compartir
a
toda
hora,
en
todo
lugar.
Levantémonos
sí,
pero
ya
no
contra
los
de
arriba,
sino
contra
nuestras
propias
limitaciones
a la
hora
de
engendrar
la
nueva
tierra.
Otoño
es
invitación
a
reinventarnos
de
nuevo
con
más
esmerados
tonos,
a
recrearnos
a
nosotros
y
nuestros
bosques
interiores.
Comienza
el
festival
de
colores
en
los
hayedos
de
Kresmendi.
Octubre
entrañable
allende
la
ventana
y
reflexión
en
la
pantalla
se
disputan
la
mirada.
Perdidos
ya
no
sé
dónde
los
ojos
embelesados,
siento
que
algo
de
esa
revolución
global
que
se
postula,
consiste
en
que
cada
vez
más
seres
podamos
contemplar
el
amarillear
de
los
bosques;
en
que
podamos
empapar
nuestra
mirada
de
una
sinfonía
y
armonía
que
después
habremos
de
integrar
y
llevar
al
mundo.
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