En esa danza del universo entre esas dos energías arquetípicas del yin y el yang, femenino, masculino, según el Tantra, lo femenino debe guiar a lo masculino. La energía masculina es esa energía activa, ligada a la acción, a la voluntad, y también ligada a las funciones analíticas del hemisferio cerebral izquierdo. Esa energía masculina nos da la posibilidad de investigar el mundo y de desenvolvernos en él. Para ello, dicha energía del hemisferio izquierdo, ve "las partes", las percibe como separadas y las analiza y estudia. Este proceso del hemisferio izquierdo es el que ha llevado a la humanidad a aprender a manejar la materia, a construir máquinas y formas de poder manipular el mundo en nuestro propio beneficio. Pero ese hemisferio izquierdo separado, sin el equilibrio y la guía de la energía femenina que a través del hemisferio derecho conecta con el todo y "ve" más allá de las partes separadas, lleva, como la historia ya nos ha mostrado, a la separatividad, a la locura y a la guerra. La energía masculina desequilibrada ve sólo partes separadas, enemigos o cosas a controlar en su propio beneficio (la palabra tan actual de "recursos", no es ni mas ni menos que el reflejo de esa conciencia de separatividad, donde las cosas son meros objetos separados de uno mismo y susceptibles, por lo tanto, de ser manejados y explotados).
La energía femenina es una energía ligada al corazón, a la energía de la unión, de la unidad con lo que nos rodea. Dicha energía se plasma en las funciones del hemisferio cerebral derecho, funciones que van más allá de lo estrictamente racional, analítico y lineal. Funciones que nos permiten conectar, a través de la intuición y del conocimiento silencioso, con lo que está "más allá" de la simple visión física. Estas funciones son las que todos los sabios, videntes y místicos de todos los tiempos han utilizado para llegar a sus conclusiones, para "ver" el mundo. Son las funciones que seres como Eistein, Mozart, Leonardo Davinci, etc, utilizaron para traer su conocimiento, su música y su arte a este mundo. Esa energía femenina es la que nos puede dar sentido y dirección a lo que hacemos aquí en la Tierra, más allá de la simple y alocada carrera por la supervivencia, la lucha y la conquista.
Cuando la energía femenina se convierte en nuestra guía interna, la acción, la voluntad y todas las demás características de la energía masculina, puede hacerse positivas y ponerse al servicio de nuestra verdadera función aquí en la Tierra.
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