El acto sexual tántrico se convierte de esta forma en una "danza", en un acto de entrega y de fusión mutua. En esta danza que representa la danza universal de Siva y Shakti, del Espíritu en sus dos polaridades, el papel del hombre no es otro que "ponerse al servicio" de lo femenino, de la Diosa. El hombre se olvida de sí mismo y de sus efímeros objetivos y abre el corazón para entregarse al principio femenino. El hombre no considera a la mujer como un recipiente sexual, sino como una diosa simbólica y terrena, como una energía poderosa a la que hay que venerar. Transcendiendo su compulsividad mental y de descarga eyaculatoria, el hombre aprende a estar "presente" dentro de la mujer. La clave del amor tántrico es "presencia" del hombre dentro de la mujer. Esta presencia del lingan de un hombre "desinteresado" dentro del yoni femenino, permite a la mujer una experiencia positiva de lo masculino en su interior y una sanación interna que la permite integrar sus dos polaridades, femenino y masculino.

 

 

 

 


 

 

 

 

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